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Olga Miranda
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07Mayo

Los Niños y El Duelo

Los Niños y El Duelo

En Memoria de mi amada Madre, Conchita Hércules de Tobar."Por lo tanto, de alguna manera no es una muerte, sino un nacimiento en la eternidad.Murió en el tiempo y nació en la eternidad…" Osho

 

Vivimos en un país marcado por la muerte y la violencia, muestra de ello son los al menos doce homicidios que a diario enlutan a la familia salvadoreña; pensar que detrás de cada muerte, puede existir un niño que llora la ausencia de un ser amado y experimenta por vez primera la pérdida, me motiva a escribir sobre el tema: Los Niños y El Duelo.


Es hasta que experimentamos en nuestras propias vidas la pérdida de alguien que amamos, que se hace necesario hablar sobre la muerte y su significado en la vida, tal como apunta Renold J. Blank: "la reflexión sobre la muerte esta ligada a la reflexión sobre el sentido de la vida. Ocuparse de la muerte se convierte en un ocuparse de la vida". Por su lado, Elisabeth Kuebler Ross, famosa investigadora de la cuestión de la muerte, afirma lo mismo desde el punto de vista médico: "Morir es parte integrante de la vida, tan natural y previsible como el nacer".

Sin embargo, por naturaleza esquivamos y reprimimos el tema de la muerte, lo que leemos sobre personas accidentadas y víctimas fatales, sólo se refiere a los demás, nunca a nosotros mismos. La muerte es un tabú para los adultos más aún para los niños.   De ahí, que es todo un reto acompañar a un niño en duelo, pues a veces ni los adultos estamos preparados para ello. Es de suma importancia constituir un sólido y verdadero apoyo emocional para el niño; pues, muchas enfermedades psiquiátricas tienen vínculos causales con la pérdida de una persona amada, el duelo patológico y las experiencias infantiles.

Varios autores han señalado cómo la muerte de un miembro de la familia supone la muerte de la familia misma, siendo entonces el objetivo del duelo establecer las bases de un nuevo Sistema Familiar, que surge del anterior pero que no va a ser el mismo (Greaves, 1983; Gilbert, 1996). Ante la crisis, si el sistema tiene suficientes recursos, reaccionará con un cambio adaptativo. Si no los tiene, el sistema puede desaparecer. Implica, pues, adaptarse a una nueva realidad en la que el fallecido estará ausente.

William C. Kroen señala que “cuando ayudamos a nuestros hijos a curarse del dolor que produce la herida emocional más profunda de todas –la muerte de un ser querido -, los estamos dotando de unas capacidades y una comprensión importantes, que le servirán para el resto de sus vidas”.

 

El duelo en los niños, presenta unos rasgos peculiares determinados por las características propias de la infancia: se trata de una etapa en la que el carácter y los recursos personales del individuo están en proceso de desarrollo y existe por lo tanto, una gran dependencia del adulto para afrontar y resolver las situaciones problemáticas. En consecuencia, la reacción de un niño frente a la pérdida, es decir, el duelo, dependerá del momento evolutivo y también de circunstancias externas y en especial de la situación y actitud de los adultos que rodean al niño.

Las experiencias de pérdida son parte integrante del desarrollo infantil y la manera en que se resuelven estas situaciones determinará la capacidad de afrontar y resolver experiencias de pérdida posteriores. En general se admite que la muerte o pérdida (separación / abandono) de uno de los padres constituye uno de los mayores estresores a los que un niño debe enfrentarse.

Cabe mencionar que acompañar a un niño en esta situación significa ante todo no apartarle de la realidad que se está viviendo, con el pretexto de ahorrarle sufrimiento. Incluso los niños más pequeños, son sensibles a la reacción y el llanto de los adultos, a los cambios en la rutina de la casa, a la ausencia de contacto físico con la persona fallecida; es decir, se dan cuenta que algo pasa y les afecta.

Solamente en el caso de muertes repentinas e inesperadas, sería aconsejable (aunque no siempre posible) apartar al niño durante las primeras horas. El niño puede y debe percibir que los adultos están tristes, o que lloran, que lo sienten tanto como él, pero evitaremos pueda presenciar escenas desgarradoras de dolor y pérdida de control de los adultos. No es aconsejable decir delante del niño cosas como "yo también me quiero morir" o "¿qué va ser de nosotros?".

 

LA IDEA DE MUERTE EN LOS NIÑOS(AS) Y SUS REACCIONES

PRIMERA INFANCIA Y EDAD TEMPRANA

En una época, de 1 a 3 años de edad, se creía que un niño pequeño no tardaba en olvidar a su madre y superar su desdicha; se pensaba que en la niñez, el dolor era de corta duración. Pero, observaciones más rigurosas han demostrado que no es así. El anhelo de que la madre regrese persiste. “A menudo llora a gritos, sacude la cuna, se arroja de un lado a otro y se mantiene alerta a cualquier señal visual o auditiva que pudiera revelarle la presencia de la madre ausente”.

Un niño de dos años percibe la pérdida y sufre por la separación, pero no puede comprender el significado de la muerte. En los niños menores de tres años, no existe un concepto de la muerte, debido a las limitaciones en la percepción de que falta algo o alguien. A esta edad, la muerte equivale a la separación en un sentido concreto, desde la percepción de que falta algo o alguien. Así la separación es vivida como un abandono y representa una amenaza a la seguridad.

DE 4 A 6 AÑOS DE EDAD

El “pensamiento mágico” es una característica importante en los niños cuyas edades fluctúan entre cuatro y seis años; tienen una comprensión limitada de la muerte, significa que cuando alguien muere, el niño espera que la persona muerta vuelva a la vida. Un niño puede aceptar la noticia de la muerte con realidad y hablar de ella o de la persona muerta de la misma forma que hablan a un compañero de juego.

Para demostrar su creciente necesidad de ser protegido, los niños en estado de duelo, pueden sufrir un retroceso de conductas que previamente dominaban, como el de mojar la cama y sentir miedo a la separación.

Para los niños menores de 5 años, la muerte es algo provisional y reversible. Será pues necesario ser pacientes para explicarle una y otra vez lo ocurrido y lo que significa la muerte. Es su mente, la persona que ha muerto sigue comiendo, respirando y existiendo, y se despertará en algún momento para volver a llevar una vida completa. Los niños de estas edades se toman todo al pie de la letra. Es mejor pues decir que ha muerto, que usar expresiones como "se ha ido", "lo hemos perdido" (pueden pensar: ¿y si me pierdo yo y no sé volver a casa?), "ha desaparecido", "se ha quedado dormido para siempre" (pueden temer no poder despertarse), "Se ha marchado de viaje", "Dios se lo ha llevado”... Estas expresiones pueden alimentar su miedo a morir o ser abandonados, y crear más ansiedad y confusión.

Para que el niño entienda qué es la muerte, suele ser útil hacer referencia a los muchos momentos de la vida cotidiana donde la muerte está presente: en la naturaleza, muerte de animales de compañía.

 

DE 6 A 9 AÑOS

Cuando los niños llegan a estas edades, ya han hecho grandes avances en las áreas cognitivas y del desarrollo. Participan mucho más socialmente, tanto en la familia como en el mundo exterior. Conocen el papel que desempeñan como miembros de una familia, como alumnos de una escuela, y como amigos y componentes de grupos. Pueden captar los conceptos, valorar la necesidad de controlar la conducta, reconocer y evaluar lo que es bueno o malo, y formarse opiniones.

Aunque un niño de 6 años perciba la muerte de una forma bastante distinta a la de uno de 9 (cuyo concepto de la muerte es muy parecido al de un adulto), ambos comparten la necesidad básica para conceptualizar el hecho de la muerte. Hay dos cambios importantes en el desarrollo que hace que los niños de estas edades sean un grupo único. En primer lugar, los niños de 6 a 9 años ya distinguen la fantasía de la realidad. Y en segundo lugar, pueden experimentar un sentimiento de culpa. Comentarios en vida como "vas a matarme", pueden hacer creer al niño que su mala conducta ha contribuido a la muerte.

El hecho de que los niños de estas edades tengan adquirida la habilidad de comprender la muerte y sus consecuencias, esto no significa que estén preparados para afrontarla o reaccionar a ella racionalmente. La muerte de un ser querido constituye un trauma que pone seriamente en prueba su capacidad para afrontarla.

 

PAUTAS DE ACTUACIÓN PARA AYUDAR A LOS NIÑOS A AFRONTAR

LA MUERTE DE UN SER QUERIDO

 

A continuación algunas pautas que pueden orientarnos en la situación de duelo con los niños:

 

Cuándo y cómo dar la noticia.

Aunque resulte muy doloroso y difícil hablar de la muerte con el niño, es mejor hacerlo lo antes posible. Pasadas las primeras horas de mayor dramatismo y confusión, buscaremos un momento y un lugar adecuado y le explicaremos lo ocurrido con palabras sencillas y sinceras. Por ejemplo, podemos decirles: "Ha ocurrido algo muy triste. Papá ha muerto. Ya no estará más con nosotros porque ha dejado de vivir".

Explicar cómo ocurrió la muerte.

Procuraremos hacerlo con pocas palabras. Por ejemplo: "Ya sabes que ha estado muy muy muy enfermo durante mucho tiempo. La enfermedad que tenía le ha causado la muerte" El niño puede tener miedo de morir ante cualquier enfermedad banal, por lo que es importante recalcarles que las personas sólo se mueren cuando están muy enfermas. Es caso de accidente u homicidio, podemos decir que quedó muy malherido, que los médicos y las enfermeras hicieron lo posible para "arreglar" el cuerpo, pero que, a veces, está tan herido o enfermo que las medicinas no le pueden curar.

Si la muerte fue por suicidio, de nada sirve ocultarlo porque tarde o temprano, se acaban enterando por alguien ajeno a la familia. Es mejor pues explicar al niño qué es el suicidio, y responder a sus preguntas.

                                                                                                    

¿Qué podemos decirles si nos preguntan por qué? ¿Por qué ha muerto? ¿Por qué a mí?

Son preguntas difíciles de responder. No pasa nada por decirles que nosotros también nos hacemos las mismas preguntas, o que sencillamente no sabemos la respuesta. Es bueno se sepan que todos los seres tienen que morir algún día y que le ocurre a todo el mundo. Los niños en su fantasía pueden creer que algo que pensaron, dijeron o hicieron causó la muerte. Si un niño dice: "me hubiera gustado ser más bueno con mamá, así ella no habría muerto", debemos decirle con calma pero con firmeza que no ha sido culpa suya.

Permitir que participe en los ritos funerarios

Animar al niño a asistir y participar en el velatorio, funeral, entierro…Tomar parte en estos actos puede ayudarle a comprender qué es la muerte y a iniciar mejor el proceso de duelo. Si es posible, es aconsejable explicarle con antelación qué verá, qué escuchará y el porqué de estos ritos.

Muchos niños tienen ideas falsas con el cuerpo. Comentarle que el cuerpo deja de moverse del todo y para siempre, deja de respirar, de comer, de hablar, de ir al baño, y no siente dolor. Dejarle bien claro que ya no siente nada; ni lo malo, ni el frío, ni el hambre…. Insistir en que la muerte no es una especie de sueño y que el cuerpo no volverá ya ha despertarse. Antes de que vea el cadáver, explicarle dónde estará, qué aspecto tendrá…Si el niño no quiere ver el cadáver o participar en algún acto, no obligarle ni hacer que se sienta culpable por no haber ido.

Si los padres o padre/madre superviviente están demasiado afectados para ocuparse de las necesidades del niño, puede ser conveniente que otra persona (un familiar o amigo de la familia) se ocupe de atenderle y se responsabilice de acompañarle durante estos actos. Es preferible que sea alguien cercano al niño, que le permita expresar sus emociones y se sienta cómodo contestando sus preguntas.

Animarle a expresar lo que siente

Aunque no siempre las expresen, los niños viven emociones intensas tras la pérdida de una persona amada. Si perciben que estos sentimientos (rabia, miedo, tristeza…) son aceptados por su familia, los expresarán más fácilmente, y esto les ayudará a vivir de manera más adecuada la separación. Frases como: "no llores", "no estés triste", "tienes que ser valiente", "no está bien enfadarse así", "tienes que ser razonable y portarte como un grande", pueden cortar la libre expresión de emociones e impiden que el niño se desahogue.

Tener en cuenta que su manera de expresar el sufrimiento por la pérdida, no suele ser un estado de tristeza y abatimiento como el de los adultos. Es más frecuente apreciar cambios en el carácter, cambios frecuentes de humor, disminución del rendimiento escolar, alteraciones en la alimentación y el sueño….

SIGNOS DE ALERTA

Es conveniente, que los estar atentos a la aparición de algunos signos de alerta, pues si estos aparecen es conveniente y necesaria la ayuda profesional para el niño en situación de duelo:

• Llorar en exceso durante periodos prolongados

• Rabietas frecuentes y prolongadas

• Apatía e insensibilidad

• Un periodo prolongado durante el cual el niño pierde interés por los amigos y por las actividades que solían gustarle.

• Frecuentes pesadillas y problemas de sueño.

• Pérdida de apetito y de peso.

• Miedo de quedarse solo.

• Comportamiento infantil (hacerse pis, hablar como un bebé, pedir comida a menudo…) durante tiempo prolongado.

• Frecuentes dolores de cabeza solos o acompañados de otras dolencias físicas.

• Imitación excesiva de la persona fallecida, expresiones repetidas del deseo de rencontrarse con el fallecido.

• Cambios importantes en el rendimiento escolar o negativo de ir a la escuela.

Finalmente, W. C. Roen, propone no olvidar, que “el antiguo dicho “El tiempo lo cura todo”, no se aplica en el caso de los niños/as que sufren la pérdida por muerte de un ser querido. El paso del tiempo ayuda a calmar la intensidad del dolor y desdibujar los recuerdos, pero en sí mismo, no es curativo”. Dicho autor, da unos consejos que interesa tener en cuenta mientras se ayuda a los menores a recuperarse; entre dichos consejos están intentar ser paciente pero firme, fomentarles una autoestima positiva, dejarles elegir, enseñarles a resolver los problemas, mantener la familia unida, y sobre todo, darles permiso para ser felices.

 

Posted in Salud y Belleza